ADIOS QUERIDO OSCAR

Asi es como te quiero recordar querido amigo Oscar Fuentes, como la última vez que te vi, junto a tu compañera de toda la vida, Erita, en una mesa bien servida con infaltable vino y cerveza y una amena conversación en tu casa de Osorno.

Y es que así nos conocimos y repetimos esta escena cada vez que nos encontrábamos, en un ambiente hogareño repleto de afecto y amistad, donde sólo se agregaban actores a tu protagonismo vital.

Tu amplia cultura y tu permanente afán investigativo, nos daba cuenta del árbol genealógico familiar, de la cultura alemana en Chile, y de cuanto tema que hacías interesante como un mago sacando conejos del sombrero.

Hablamos de lo humano y lo divino, y recorrimos todas las calles que el tiempo cronológico y climatológico nos permitió en ese Osorno que conocías como la palma de tu mano.

No se salvó ninguna picada de empanaditas fritas o de expendio de cerveza que salíamos a buscar en tu bolso colegial en el que cubrías el preciado tesoro con una mezcla de picardía y discreción.

Y que decir de tus conocimientos musicales, que ni la sordera te impedía generar y disfrutar en tu mundo interior que nos entregabas con tanta generosidad y modestia.

Por eso la despedida ante tu cuerpo inerte, pero cuya estela de recuerdos imborrables, hizo desfilar en número incontable a tu familia, amigos y clientes de seguros, en un homenaje de reciprocidad a tu afecto, seguirá con aquellos que no se enteraron en el momento de tu partida.
Los emotivos discursos siempre plenos de amor y reconocimiento a tu persona no fueron formales ni de protocolo sino de sentimiento sincero y profundo.

Por eso en esta líneas sólo te digo ¡Salud y vida eterna! querido y entrañable amigo.